27-06-2023
La museóloga hinojense Maribel García recorrió sitios emblemáticos de España, Francia, Suiza e Italia. Visitó el pueblo natal del fundador de Hinojo y cumplió con una promesa en Avila.
El día de la noche de San Juan, nada menos que en Barcelona, fue el penúltimo de Maribel García en Europa al cabo de una travesía de esas que rara vez atraviesan el portal de los sueños para convertirse en realidad.
Después de salir de Ezeiza el itinerario pasó 10 y 11 de junio por Madrid, siguió en Burdeos, entre el 13 y 15 de junio se estacionó en París, un día en Lucerna, otro entre Verona y Venecia, el siguiente entre Venecia y Florencia y desde el 19 al 21 de junio en Roma.
Maribel transcurrió el 22 de junio entre Pisa y Niza. Por supuesto, pasó y se fotografió con la torre inclinada. Otra jornada la compartió entre Niza y Barcelona, el día de San Juan en Barcelona y Zaragoza antes de Madrid, que fue en Barajas para tomar el vuelo de regreso a la Argentina.
Entre tantos días por repasar y tantas cosas para contar, Maribel hizo hincapié en uno muy significativo en lo personal: el de la visita en Ávila a un convento del siglo XVII que fue la casa natal de Santa Teresa de Jesús.
Maribel estudió en el Colegio Santa Teresa de Colonia Hinojo y Santa Teresa fue un apoyo espiritual invalorable cuando afrontó su lucha contra el cáncer de mama.
“Fue mi segunda vez en Ávila, pero en esta ocasión muy especial. A mí ese lugar, que es una ciudad amurallada, me provoca sensaciones únicas. Estuve en el museo de Santa Teresa, donde está recreada su casa y su habitación con objetos que le pertenecieron” describió.
Nada tan tocante como la relación de Santa Teresa con la pelea de Maribel. “Cuando yo transité el cáncer de mama me súper aferré a ella. Siempre le pedía por salud, por todas esas cosas que a veces no nos vienen tan bien, entonces fui a agradecer” subrayó.
Maribel agradeció a Marcelo, de Tip Travel, por haberle permitido llegar a esos lugares tan especiales. “El hizo posible que pudiera estar en sitios que jamás hubiese imaginado y disfrutar de cada uno de estos espacios y de esta libertad que tengo dentro de este trabajo, que es maravilloso” dijo.
La charla empezó con una ubicación geográfica y un pedido: “Acá estamos, en la noche de San Juan que se pone terrible en Barcelona y es puro petardo que nos aturden. Un momento, por favor, que me corro a otro lugar porque no se escucha nada”.
“Yo hace ya varios años que vengo acompañando a contingentes de narradores a través de una empresa que se llama Tip Travel” marcó.
Su primer viaje fue a Cuba y uno de los más entrañables -antes de éste- se produjo en enero pasado en dirección a la siempre enigmática Turquía.
“Hicimos un viaje de cuentos por todo el país, apoyado en ‘Las mil y una noches’ y relacionando toda esa historia con el libro ‘Museo de la inocencia’ del escritor turco Orhan Pamuk, que fue Premio Nobel de literatura en 2006”.
“La novela habla de alguien que coleccionaba objetos. El autor tomó los personajes de la novela y creó la historia de cada personaje en un museo” relató.
“Siempre había soñado con conocer ese museo y no sólo tuve la posibilidad de llegar hasta allí y conocerlo. Es un museo fantástico y aunque no sabíamos el idioma se entendía perfectamente la historia. Terminamos todos súper emocionados en el lugar” recordó Maribel.
Esta recorrida que tuvo su anclaje entre mágico y místico en Ávila fue acompañando a 35 argentinos y 10 uruguayos junto con una guía de Madrid que se llama Feli.
“Recorrimos distintos lugares de Europa, buscando historias y contando historias a medida que íbamos pasando por esos sitios” recreó.
Maribel tenía una invitación especial interrumpida por la cuarentena. Igual había aprovechado aquel encierro colectivo para darle forma a un trabajo que se llamó “Las musas en casa”, en el que cada persona contaba desde su lugar un objeto que tenían en sus hogares.
Desde Italia le hicieron una nota y en esa labor periodística la autora se preguntaba por qué los “piccoli musei” no se parecían a los pequeños museos que había creado Maribel García en la Argentina.
La nota dio pie a una relación a través de la virtualidad y esa relación a una invitación para pasar cuando se diera la oportunidad por el Museo de Pescadores ubicado en Capodimonte, un pueblo costero ubicado en la región de Lacio, a pocos kilómetros de Roma, que tiene menos habitantes en la actualidad que en 1901.
“Aunque estaba la pandemia, ella desde el museo me contaba la historia de una olla que era de un pescador del pueblo, donde cada vez que regresaba a su casa desde el mar su mamá le cocinaba la sopa de pescado. Así fuimos intercambiando historias, la Sociedad Italiana de Tapalqué nos traducía todo y se fue construyendo una hermosa relación” valoró.
A Maribel la recibieron en Capodimonte las autoridades municipales, se encontró con que la estaban esperando los vecinos, los medios de comunicación, la designaron visitante ilustre y dio una charla en ese museo que había empezado a conocer a través de la pantalla de una computadora.
“Fui con otros dos visitantes y resultó maravilloso porque también participaron narradores de ese pueblo de pescadores. Tienen embarcaciones muy antiguas en el lugar, intercambiamos experiencias y era para emocionarse con cada espacio, con cada lugar” confesó.
No faltó un encuentro casual con compatriotas. “De repente nos encontramos con argentinas que no podían sacar un pasaje y nosotros las ayudamos. Ahí nos pusimos a charlar y a la vuelta estuvimos con una brasileña que había elegido ese lugar para vivir después de haber estado viviendo en la Argentina muchos años” sumó.
En cada punto que toca Maribel siempre cuenta la historia de su Hinojo, pero uno de ellos fue diferente a todos los demás: Rapallo, el pueblo natal de Ángel Bardi, el fundador de Hinojo.
“Cuando don Ángel llegó a Hinojo con 18 años llevó los planos de su casa de Italia y se puso a construir una exactamente igual para vivir su novia y que ella no extrañara. Su novia lo esperó 10 años, hasta que la pudo ir a buscar, se casaron y se fueron para la Argentina” mencionó emocionada.
No tanto como cuando pasó Rapallo. No le dio el tiempo para buscar esa casa idéntica a la de don Angel Bardi, aunque los vecinos le dieron testimonio de su existencia.
“Durante años estuve contando esa historia y estar ahí, en el pueblo de quien fue fundador de mi pueblo, por lugares donde estuvieron muchos de nuestros inmigrantes resultó algo inexplicable” narró.
Los encantos de Venecia reportaron otras sensaciones: “Anduvimos en las góndolas con músicos cantando canciones que tenían que ver con Italia y con la Argentina. Fue también súper emocionante”.
Entre las historias, los relatos y sus relatores Maribel se hizo un tiempo cruzar a la isla de Capri, que desde ese mar Mediterráneo tan azul mira a Nápoles, al Vesubio y -por qué no- al San Paolo que tantas reminiscencias tiene para los argentinos.
“Todo el viaje ha sido un ensueño” reportó. Desde la cálida bahía de Nápoles hasta la fría Suiza, donde Maribel pudo constatar la verosimilitud de esas imágenes que veía de niña en el televisor.
“Sólo nos faltaba Heidi. El paisaje era exactamente como lo habíamos soñado quienes no lo conocíamos” comprobó Maribel.
En todo el trayecto le fue imposible trazar una frontera entre el trabajo y el placer: “Como nos habíamos propuesto, terminó siendo un viaje de cuento. Aunque para una se trate de un trabajo siempre es placer, por lo menos para mí, descubrir cada historia, cada lugar, los años de cada espacio”.
“Caminar por esas callecitas impresionantes donde uno se encuentra con cosas maravillosas, con un paisaje increíble. Lo mismo, averiguar cómo está elaborada la comida de cada lugar que pasamos” añadió.
Para una museóloga, París es como llegar a la meca de la museología, pero además Maribel se reencontró con sus amigos Sasa y Jean Francois: “Nos habíamos prometido que alguna vez en la vida ellos me iban a esperar en Versailles e íbamos a brindar con champagne”.
“Yo salía de Versailles y aparecieron con una botella de champagne y tres copas para brindar y me llevaron a lugares que ellos sabían que a mí me apasionan. Me llevaron a un Museo del Té que es maravilloso, estuvimos en la Biblioteca Cervantes y esos lugares tan encantadores que tiene París” evocó Maribel.
Versailles no fue el único lugar icónico de la recorrida, aunque siempre con una aclaración: “Estuvimos en el Museo Vaticano recorriendo todas sus historias, en Barcelona estuvimos en ‘La Sagrada Familia’, pero más allá de estas cosas impresionante que yo sé que son súper valiosas a mí siempre me atraparon las historias de los pueblos pequeños, de la gente del pueblo, ponerme a hablar con los pescadores”.
La última frase es parte de la reconocida identidad de Maribel como museóloga, que ella resumió en unas pocas palabras y que encontró en este viaje de cuento: “A mí el encanto me lo dan el contacto con la gente, con el lugar y con las pequeñas historias, que son las que siempre me han motivado y me han llevado de lugar en lugar”.