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04-08-2024

De la compra-venta tradicional a los remates online

Marcelo Mozotegui, quien está al frente de “La Herradura”, dialogó con Verte sobre sus inicios en la actividad, la nostalgia de las subastas presenciales y su reinvención en la pandemia.


Los remates fueron durante décadas una actividad que atraía a toda la población debido a la incertidumbre de saber con que se iban a encontrar a la venta. Los objetos iban desde muebles, alhajas, cuchillos y armas decorativas hasta autos y todo lo que se pueda imaginar, nuevo y antiguo.

Olavarría no es la excepción y cuenta con una larga lista de reconocidos lugares que aún se dedican a esta actividad, y entre tantos nombres, Marcelo Mozotegui es uno de los que luego de más de 30 años de profesión, todavía se encuentra en el rubro.

Establecido en Lamadrid 3747 con “La Herradura”, su casa de compra-venta desde principios del 2000, tan solo con pasar por allí se observan decenas de objetos antiguos en las paredes, ventanas y hasta el techo, con evidentes marcas del paso del tiempo.

Su padre fue clave en el acercamiento de Marcelo, desde muy joven, al comercio de artículos usados.

“Siempre me gustaron las cosas antiguas, de 1940 para atrás, y como con mi papá estuve con él comprando y vendiendo cosas, le agarré el gusto”, contó acerca de los inicios.

Rememoró sus viajes a la Ciudad de Buenos Aires acompañándolo en la búsqueda de autos Fiat 600: “En total habremos traído casi 900 Fiat 600 a Olavarría, hacíamos viajes por semana donde volvíamos con cinco o seis fititos”.



“La gente venía a vender sus cosas usadas y no pasaba ni un día que ya había un comprador, eran realmente muchas personas las que pasaban por estos lugares buscando cosas para su casa”, recordó Marcelo sobre la época dorada de las casas de compra-venta.

Con los remates sucedía lo mismo, “hace unos 15 años en un sábado había cuatro o cinco remates presenciales a la misma hora, todos se llenaban y la gente no dejaba lote sin comprar”, indicó, y contrastó con los tiempos actuales donde “haces uno solo hoy en día y calculo que te queda casi todo”.

“Antes iban por una bicicleta y se terminaban llevando 20 cosas, ahora van por una bici y capaz que ni la terminan comprando, la plata no hacía la diferencia en aquel tiempo”, comparó.

Si bien comentó que todavía están quienes se acercan al negocio de forma presencial buscando un artículo específico y en ocasiones se terminan llevando otros, esos “son los menos y en la mayor parte personas adultas, acostumbradas a eso”.

Entre miles de anécdotas, recordó la vez que un hombre se acercó a su negocio para venderle bombas de gas lacrimógeno, y otro, un fusil calibre 22. “Cuando uno está en este rubro te vienen con cualquier cosa, uno se acostumbra con el paso del tiempo pero siempre hay lugar para la sorpresa”, dijo.

Otra historia que lo marcó fue cuando cambió un Fiat 600, que alguien quería para un regalo, por un Ford A, un clásico que hoy en día aumentó su valor exponencialmente.

“Me dijo que no tenía plata para el auto y si quería cambiarlo por ese, y ahí nomás salí en el Ford”, recordó entre risas y agregó que “al poco tiempo andaba manejando por la terminal y se me paró una camioneta al lado, bajó la ventanilla y me preguntó “Don ¿No lo vende?”, le dí la dirección de mi casa, al otro día fue, me ofreció el doble de lo que salía y como buen gitano se lo vendí enseguida”.

A pesar de ser un vendedor de pura cepa, Marcelo, desde su lado comprador dijo que “si hubiese sido por mí me hubiera guardado todo lo que compré en estos años, uno le toma cariño”.

De todo los objetos y productos, expresó que su debilidad son las armas antiguas, en especial los “naranjeros” que se destacan por su gran cañón.



“Siempre fueron mi debilidad, pero cómo se usan mucho para las churrasqueras o las casas antiguas de campo para colgar en la pared de decoración, se me hacía complicado quedarme con alguna”, sostuvo.

Los muebles de madera también son su perdición y también de lo que más le cuesta desprenderse. “Extraño muchos juegos de muebles de roble, pinotea y cedro que vendí en su momento, pero uno tiene que saber que esto es así”, resaltó Marcelo.

“Si bien me quedé con miles de cosas, muchas las vendí porque ya no tenía espacio ni para un alfiler, es un rubro muy lindo para los que les gusta encontrar tesoros “escondidos”, pero el problema es cuando te copás”, agregó.

Reinventarse en pandemia

La pandemia significó un cambio de paradigma para los remates y las casas de compra-venta debido a la restricción de movimiento. Al poco tiempo de comenzar la cuarentena obligatoria, “La Herradura” se reinventó y comenzó una nueva forma de rematar a través de las redes sociales.

“Algo que pasó con la pandemia es que yo durante años había comprado muchos mamelucos a las fábricas que nunca los había podido vender y en 2020 en dos semanas me los sacaron de las manos, fue insólito”, recordó.

Desde el nacimiento de esa idea, con el tiempo tuvieron que cambiar de plataforma, pasando de Whatsapp a Telegram debido a la cantidad de personas que se unían a los grupos.



Hoy en día, ya sin el negocio como principal foto de ventas debido a la baja rentabilidad que genera, los remates se hacen dos veces por semana por redes sociales.

El mecanismo es sencillo: las personas se contactan para vender sus objetos, Marcelo se acerca al domicilio para sacar fotos y las medidas, y el día pactado se realiza el remate entre los compradores que estén activos.

“El precio base se arregla con el cliente y de ahí puede subir un montón o estancarse, nunca se sabe y depende de muchas cosas. Luego de que se haya vendido se entrega al comprador que paga un 10% por el servicio de martillero”, definió Marcelo.

Con esta nueva modalidad, comentó que el trabajo se facilitó “porque ya no tenemos que comprar y vender, sino que hacemos un arreglo con el vendedor y cada uno se va con su parte”.



Además, el cliente está presente durante el desarrollo y “puede ver lo que se vendió, lo que no y los precios, es muy transparente”.

Sobre su deseo de volver a los remates presenciales y que las personas se acerquen nuevamente a estas actividades, sentenció que “no volvería porque la asistencia y la gente ya no es la misma, si bien es lo más lindo hay que tener en cuenta que es lo que funciona para no gastar energía y recursos en algo que no sirve”.

Por último, alentó a las personas a participar de los remates virtuales “para que vean pueden encontrar cosas buenas a muy buen precio, cuidando el bolsillo y que a veces no todo es ir a comprar algo nuevo que es muy costoso solo porque tiene etiqueta”.
 

 

 

 

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