07-10-2024
Alrededor de una número 5 emergieron las tradicionales instituciones olavarrienses. Pero no siempre vistieron las camisetas con las que, en su mayoría, han transitado a lo largo del último siglo.
No siempre los clubes de Olavarría -todos han arrancado detrás de una pelota-, tuvieron camisetas como las que han trascendido en el tiempo.
Algunos como Racing, Ferro y El Fortín nacieron con pilchas muy diferentes a las que los terminaron identificando, otros empezaron y siguieron con los mismos colores.
Racing vestido de Chicago
La primera camiseta de los chairas no fue la de la estrellita, ni mucho menos se identificaba el año de su fundación -en 1916- con los colores de su homónimo de Avellaneda (único heptacampeón en la historia del fútbol porteño, entre 1913 y 1919) al que le cantó Carlos Gardel.
Cuando aquellos pibes (que definieron el nombre de club tras ese partido que jugaron en la calle, a la altura de La Madrid y General Paz) fueron a comprar las primeras camisetas en la Tienda “La Pampa Florida”, ubicada donde hoy se encuentra el Teatro Municipal, el único juego disponible era verde y negro.
La segunda casaca de Racing fue azul marino con una estrella blanca, en homenaje al “Chileno resistente”, el equipo que lideraba el trasandino Marzan y por testimonio de don Ignacio Zubiría en asamblea se terminaron cristalizando los colores del chairaje.
En su Artículo 3º el estatuto del club, oficializado en 1941, dice: “La insignia consistirá de una bandera de color blanco con una estrella azul de cinco picos”.
Ni verde, ni azul
Ferro siempre fue albiceleste o verde. En ocasiones azul… ¿O no?
La respuesta es por la negativa. En 1918 la marca de cigarrillos “Sublime” lanzó una promoción por la cual había que juntar etiquetas y el premio (en pleno auge de ese deporte exótico que había llegado al país con los trabajadores de los ferrocarriles británicos) era un equipo completo de camisetas, pantalones y medias.
La recompensa llegó y Ferro entre 1918 y 1919 se visitó con una casaca de color verde, la misma que 5 décadas más tarde inmortalizó el fabuloso equipo campeón de 1969.
Antes, en sus primeros partidos en la desaparecida “canchita de Quilmes” (a la altura de donde hoy se encuentra la Escuela Nº 24) su primera casaca fue blanca con vivos rojos, un monograma en el pecho en letras rojas entrelazadas y pantalones de color azul.
A partir de 1925 Ferro decidió adoptar la casaca a rayas verticales celeste y blancas.
Del blanco al negro
La investigación sobre los colores de Estudiantes llega hasta una conversación de emblemático presidente bataraz don Francisco Amoroso (cuyo busto domina el ingreso a la sede social del Parque Carlos Guerrero) con su par de Vélez en ocasión de la visita de un equipo de Liniers para jugar un partido amistoso.
Por el dato (entre mediados de los ‘40 y comienzos de los ‘50) quien escuchó sobre la explicación de los colores fue don José Amalfitani, impresionado ante la imponencia de las instalaciones.
Según Francis Amoroso (testigo de la charla entre su padre y don “Pepe”) la explicación fue que los alumnos de la Escuela Normal que lo fundaron el 12 de abril de 1912 eligieron el blanco y negro como símbolo de un club abierto a toda la comunidad.
Primero fue celeste
El Fortín siempre se identificó con la camiseta blanca con una especie de triángulos azules enfrentados cuyos vértices surgen desde el extremo inferior del esternón, hacia arriba y hacia abajo.
Pero no fue esa la primera camiseta. Cuando aún no se había afiliado a la Liga de Fútbol de Olavarría, los muchachos fortinenses participaron y se adjudicaron un certamen organizado por Estudiantes en el Parque Carlos Guerrero: la Copa “Humberto Carpi”.
En las fotos que conserva el valioso archivo de Antonio Bellingeri se intuye una camiseta celeste con vivos blancos y la especulación tiene de donde agarrarse.
Los invalorables archivos de “El Popular” que, en manos del Municipio, hoy pertenecen a toda la comunidad olavarrriense, en la crónica de aquella tarde dice que “Montero, autor del único tanto, permitió que El Fortín en manifestación con sus banderas y una celeste donde había pintado un fortín con la leyenda ‘El Fortín, por deportista y por sereno la Copa Humberto Carpi por este año la tenemos’ recorriera por las calles por parte de su bullanguera barra hasta el barrio, donde se le brindó una cariñosa recepción”.
La definitiva camiseta de El Fortín, de los triángulos invertidos, nació tiempo después, a partir del diseño en un cajón de manzana que en un día indefinido de un año indefinido a comienzos de la década del ‘40 detectó un socio fortinero en un vagón parado en la Estación del Ferrocarril.
Lo propuso en una reunión de comisión directiva y quedó para siempre.
Sin apelaciones
Más precisa fue la génesis de la camiseta de San Martín de Sierras Bayas, atada a las imposiciones de la empresa como las tres históricas instituciones que nacieron el calor de las explotaciones de la piedra caliza.
Dicen los archivos sierrabayenses que, recién fundada la entidad, tenía su comisión directiva pero había quedado pendiente algo tan importante para identificarla como el color de su camiseta.
Al igual que en la mayoría de los clubes lejos estuvieron de acercarse a una unanimidad los primeros sondeos: unos proponían los de Alumni, el primer gran equipo de la historia porteña (rojo y blanco a rayas verticales), otros los de Boca, Racing, San Lorenzo.
Se optó por votar a la persona indicada para dar la última opinión y el elegido fue el superintendente de la fábrica de cemento, el estadounidense R.J. Elledge, quien aceptó el desafío con la condición de que su fallo fuera inapelable.
Pero no fue él, sino su esposa la impulsora de los colores que terminarían identificando la gloria aurinegra.
“Si el club lleva el nombre de la fábrica de cemento, también podrían ser sus colores los mismos que se exhiben en el círculo de sus envases, el amarillo y el negro” planteó la dama.
Y así se hizo.
Cruzando el pecho
La investigación de los colores de Sierra Chica llega hasta el estatuto. “Nuestra camiseta siempre fue la misma” dice Flor Marinangeli, hija del “Toro” Juan Domingo y fanática del equipo de la banda azul.
El texto, aprobado el 20 de enero de 1942, impone que “toda insignia del club será de fondo blanco con una franja azul que va de izquierda a derecha en forma descendente”.
Después, a lo largo de los años se fueron utilizando alternativas con sus colores invertidos y también rojas con vivos azules o las amarillas que tenían más que ver con la identificación de auspiciantes como “Perfumerías Soraya”.
Del FBC al Atlético
Desde que hay memoria, aún entre los más veteranos, Hinojo siempre fue Albiverde. Sin embargo, los primeros ‘futbolers’ de la localidad antes habían fundado el Hinojo Foot Ball Club (antecedente más lejano del viejo Atlético) y eligieron los colores blanco y violeta en rayas verticales.
Por once medallas, donadas por la Sociedad Italiana de Socorros Mutuos, en 1909 Hinojo FBC se enfrentó con Alumni Azuleño; al año siguiente se adjudicó la Copa Monterrey en un mano a mano con Blanco y Negro de Coronel Suárez; en 1911 se quedó con los duelos frente a Alumni Azuleño y en el último juego antes de su disolución en 1913 goleaba 5-1 a Ingeniero Newbery de La Madrid.
Un año más tarde varios de aquellos muchachos volvieron a intentarlo con Independiente y le asignaron una camiseta como la de Estudiantes de La Plata y finalmente el 1 de junio de 1915 le dieron vida al Atlético Hinojo, con el blanco como símbolo de la pureza y el verde por la esperanza.
Vecinos que ya no lo son
De la memoria invalorable de don Silvio René López y sus frescos 97 años surge que la camiseta de Loma Negra fue siempre celeste, tal como la vistieron los obreros de la fábrica de cemento que primero la lucieron como los superprofesionales que la hicieron trascender a nivel internacional a comienzos de los 80 del pasado siglo.
Muy cerca de allí, durante casi cinco décadas existió el club Calera Avellaneda, al pie también de la fábrica y sus colores fueron los de la camisera de Vélez Sarsfield por las preferencias de uno de los fundadores.
La última cita es para el más joven de todos los históricos, el Club Embajadores.
Según su presidente, alma mater y fundador Fernando Di Carlo, el verde y azul responden a los colores de una malla que le vio a su hijo Alejo y se quedó enganchado con ellos: uno representaba el cielo y otro allí donde se despliega toda la pasión por una pelota.