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27-10-2024

Vida, crecimiento y caída de los bancos locales

A lo largo del siglo XX la economía de la Ciudad giró en torno de dos entidades financieras de capitales olavarrienses: el Banco de Olavarría y el Banco de la Edificadora.


Durante 100 años la plata de los olavarrienses se movió entre los dos bancos públicos de fomento más importantes de la Argentina (el Nación y el Provincia) y en particular en dos bancos privados de capitales locales: el Banco de Olavarría SA y el Banco de la Edificadora SA.

 

El movimiento que generaban la explotación agropecuaria, las gigantes mineras, las pymes, los pequeños y medianos comerciantes, el cobro de impuestos y servicios, las inversiones financieras, el pago de jubilaciones y pensiones, los préstamos bancarios, las tarjetas de crédito y todos los etcs. imaginables. Todos y todo por casi un siglo pasaron por las ventanillas y oficinas de las dos grandes entidades financieras de capital olavarriense.

 

Fuertes demandantes de empleos, llegaron a contar con más de 500 empleados entre sus casas centrales y las sucursales dispersas en la Provincia y en la ciudad de Buenos Aires.

 

Todo se empezó a desbarrancar a mediados de los ’90 con la caída del Banco de Olavarría y a comienzos de los 2000 aconteció lo propio con el Banco de la Edificadora, entre cambios paradigmáticos sin vuelta atrás en la economía mundial, el avance de los bancos privados nacionales y extranjeros y manejos internos no siempre claros, cuando de plata se trata.

 

La historia dice que el primer banco en Olavarría fue el Provincia, que llegó a los 15 años de la fundación de la Ciudad, en 1882; le siguió el Banco Nación en 1892. En 1900 inversionistas olavarrienses lanzaron el Banco de Olavarría y pasada la década del 10 apareció en el mercado financiero local su gran competencia a lo largo de la centuria, el Banco de la Edificadora.

 

Nacido con el siglo XX

El 15 de febrero de 1900 se realizaba en la sede de la Sociedad Italiana “Menotti Garibaldi” la primera asamblea de suscriptores de acciones de lo que a lo largo de casi todo el siglo XX se terminó convirtiendo en el Banco de Olavarría SA.



Luego del trámite comenzó la asistencia financiera a los vecinos del pequeño caserío, el 18 de junio, en un inmueble de la calle Necochea (entre Moreno y Rivadavia) y fue en 1906 la mudanza al histórico edificio.

 

Habían transcurrido más de 70 años y una estrecha vinculación con la sociedad olavarriense cuando el 1 de agosto de 1978 “Tanana” Andreu ingresaba a trabajar al Banco de la esquina de San Martín y Vicente López.


Sin embargo, los vínculos de su familia con la entidad financiera venían desde la génesis. La mitad de su árbol genealógico por el lado materno pertenece a los Zubillaga, cuya casa de remates había sido parte importante en la conformación del primer banco privado de Olavarría.

 

“La integración de sus capitales fueron de los mismos productores de carne de Olavarría y los clientes del banco eran de cajas de ahorro. Había órdenes de pago, no se conocían los cheques”, recordó “Tanana”.

 

En el albor del siglo XX, los productores ganaderos de una potencia casi (podría decirse) mundial en materia cárnica trabajaban con sólo cuatro bancos: Nación, Provincia, Olavarría y Edificadora.

 

Viajando unos cuantos años en el tiempo, recordó “Tanana” que su ingreso coincidió con una época dorada: “Olavarría estaba consolidada como una potencia ganadera, pero además con nosotros trabajaban las tres fábricas de cemento”.

 

Carlos Laguardia, cajero la mayor parte de los 13 años que permaneció en el Banco de Olavarría, apuntó que “en los ‘90, cuando empezaron las AFJP, Loma Negra tenía 2.800 empleados así que en los ‘70 había por los menos 4.000 empleados y gran parte de ellos cobraban sus sueldos en el Banco”.

 

Ingresó en la sección cuenta corriente, donde su padrastro (el recordado “Gallego” Amadeo García) se desempeñaba como jefe de sección. Fue un 7 de abril de 1980 y el momento de su debut laboral le significó cargadas por mucho tiempo.

 

“El 24 ó 25 fue la gran inundación que tapó de agua a toda la Ciudad y estuvimos como 10 días sacando barro. Mis viejos me cargaban, me decían que una vez que habían podido ponerme a trabajar se inundó Olavarría” bromeó.

 

En esas épocas la iniciación de los jóvenes empleados (la mayoría recién egresados de las escuelas secundarias) era en cuentas corrientes o valores al cobro y de allí iniciaban su recorrida por las distintas secciones de la entidad bancaria.

 

“Cuando yo entré en 1978 había 4 cajas y éramos unos 100 empleados. A partir del año ‘80 el plantel creció de forma considerable y las cajas también”, reportó “Tanana”.

 

“En esa época el directorio otorgaba los créditos por conocimiento de los vecinos. Se sentaban, escuchaban los pedidos y no necesitaban información porque conocían las historias de todos. Había casos en los que ya los otorgaba directamente el mismo gerente” marcó.

 

Era tal el grado de confianza, como muestra de cuerpo entero la curiosidad revelada por Carlitos: “A mi viejo le llevaban los depósitos a mi casa por la noche para que al otro día cubriera los saldos de sus cuentas por la mañana”.

 

“En esos años todos los bancos estaban llenos de gente. Salíamos para almorzar y en el centro había un movimiento que no se podía creer, hasta que todo se cayó durante el menemismo” recordó.

 

“Me acuerdo de lo que los bancos de Olavarría esponsorizaban. Sus publicidades estaban en casi todas las instituciones” destacó Carlos, a lo que “Tanana” añadió que en sus años gloriosos el COC (Club Olavarriense de Competición) “era casi una sucursal más del Banco”.

 

“Yo digo que, en lugar de crecer, decrecimos. Cuando una entidad privada como eran los bancos auspiciaba a los deportes, también impulsaba en cierto modo un crecimiento de la Ciudad -reflexionó Carlos-. Cuando venía el TC al semipermanente nosotros laburábamos en el cobro de las entradas”.

 

“Tanana” fue pionera en el servicio de tarjetas de crédito en Olavarría. El Banco de la Edificadora ya tenía Argencard y “Tanana” a través de un amigo logró ingresar Diners a la Ciudad.

 

Un tiempo después llevó la novedad al directorio del Banco de Olavarría, fue aceptada y abrió el sector de tarjetas donde hoy existe una zapatería, sobre la calle Vicente López. Más tarde fueron llegando Visa, American Express, Credencial.


Buceó entre sus recuerdos y rescató que en el año ‘78 el Banco de Olavarría abría una oficina en la “city” de Buenos Aires y no se trataba de otra cosa que de una mesa de dinero, donde se tomaban préstamos por cuestión de horas para cubrir el clearing.

 

Para esos años el Banco de Olavarría ya había abierto las sucursales de Loma Negra y Laprida; más tarde se fueron sumando Bolívar, Mar del Plata, Carlos Casares y Bahía Blanca.


 

Otra vez el ojo escrutador de “Tanana” halló una novedad que trajo a Olavarría en el filo de las décadas del ‘80 y ‘90, tras un viaje a Europa: como dato de vanguardia, del otro lado del charco las entidades financieras contaban con oficinas en los barrios.

 

Así el Banco de Olavarría fue abriendo una tras otra: en Del Valle y Celestino Muñoz; en la avenida Colón frente a la actual cancha de Ferrosur; en inmediaciones de Transportes Da Silva; en Pueyrredón entre España y 25 de Mayo; en el Barrio Jardín; en el Barrio CECO. Con el mobiliario armado y el inmueble reformado, la última (en el Barrio Mariano Moreno, sobre calle Sarmiento) se truncó con el cierre del Banco.

 

Una debacle que tanto “Tanana” como Carlos fueron viendo desde adentro.

 

“Yo me fui en el ’93. Me estaba pasando lo que les pasó a otros chicos y como estaba en la comisión gremial interna hice un arreglo y me acogí al retiro voluntario” contó Carlos.

 

“Había sido el tipo más feliz de la tierra en esa época laboral y si no hubiese sido porque veía que se venía abajo aún estaría ahí. Mis viejos cuando entré a trabajar me dijeron ‘con esto te estás asegurando una jubilación’. Porque esa era la forma de pensar en aquellos años” indicó.

 

“Tanana”, por su rol dentro del Banco como jefa de departamento, tuvo acceso a otros datos y ubicó en la llegada de un equipo de burócratas de Buenos Aires (con pasado en el Banco de Quilmes) el principio del fin del casi centenario Banco de Olavarría SA.

 

“Había existido una pelea entre dos de los mayores accionistas. Uno de ellos se fue del Banco y el otro decidió darles vuelo a las sucursales Buenos Aires y Mar del Plata, que era donde él estaba, lo cual generó un conflicto con los directores que estaban acá. Se hizo un movimiento durante una Semana Santa, los principales accionistas compraron todas las acciones que andaban dando vueltas y cuando el lunes llegó el presidente del directorio ya no lo era más” narró.

 

Comenzaba así el choque entre poderosos en un contexto de alta volatilidad económica y el desembarco (monitoreado por uno de los grupos en pugna) de los ex Banco de Quilmes, cuya función era optimizar las condiciones para vender el Banco de la mejor manera posible en una plaza muy apetecible para inversores de otros lares.

 

La crisis mundial impulsada por la devaluación del peso mexicano en 1994, denominada “Efecto tequila”, y sus daños colaterales reforzados por estas intrigas palaciegas aceleraron el final de casi un siglo de historia bancaria el 16 de mayo de 1995, cuando el Banco Central de la República Argentina aceptó la venta de activos y pasivos del Banco de Olavarría al Banco Mayo Cooperativo.

 

Los escándalos del Banco Mayo y de su presidente Rubén Beraja (ex presidente de la DAIA e implicado judicialmente en la “Causa AMIA”) implicaron su intervención y caída en 1998; derivaron en la venta al City Bank, posteriormente convertido en el Banco Comafi, que representa lo que hoy queda del histórico Banco de Olavarría.

 

Su imponente edificio terminó siendo adquirido por un vecino que ganó un concurso de Susana Giménez y donde actuaba una parte del fuerte poder económico local hoy se venden artículos para el ocio y el tiempo libre de los olavarrienses.

 

Edificado a la par

El 14 de diciembre de 1910 lograba su personería jurídica la Sociedad Anónima La Edificadora y se instalaba en un local alquilado en la calle Rivadavia 264 (antigua numeración) frente a la Plaza Central. Su primer personal fue un gerente general y un empleado administrativo.

 

El 11 de julio de 1913, en sesión del Directorio, se aprobaba la transformación de la sociedad en una entidad bancaria y la creación de una sección de seguros contra incendios, aunque fue en enero de 2015 cuando el Banco de la Edificadora comenzó un derrotero (que finalizaría entrado el siglo XXI) con la adquisición en 1919 de los terrenos de Rivadavia y Dorrego.

 

Con el crecimiento del banco se fueron abriendo las sucursales: la primera fue en Chillar, en 1928. Mucho tiempo tuvo que pasar hasta febrero de 1971, cuando abrió sus puertas la sucursal Sierras Bayas.

 

Según reza el trabajo realizado por el historiador Adolfo Santa María ese mismo año, pero en marzo, fue el turno de Pueblo Nuevo; en marzo de 1978 de la sucursal Buenos Aires; en febrero de 1979 de la sucursal Mar del Plata; en agosto de 1991 de la sucursal Saladillo, en mayo de 1993 de la sucursal Lobos y en octubre de 1993 de la sucursal Cañuelas.

 

El Banco de la Edificadora sí logró atravesar el “Efecto Tequila” a mediados de los ‘90, pero colapsó casi a la par del estallido social de 2001: el 27 de junio de 2002 cuando el Banco Central, a través de la Comunicación “B” 7337, informaba a todas la entidades financieras que había dispuesto la suspensión de todas las operaciones del Banco de la Edificadora de Olavarría.


Contaba al momento 9 sucursales y 238 empleados, unos 130 en la casa central de Rivadavia y Dorrego. Dos de ellos eran Rubel “Tatino” González y Gustavo Oliván, hoy vecinos en sus emprendimientos particulares en la esquina de Vicente López y Colón.

 

Gustavo ingresó en el Banco el 2 de enero de 1979 y trabajó en cuentas corrientes básicamente, mientras “Tatino” González hizo su ingreso el 2 enero de 1984, conoció casi todas las secciones y sucursales y terminó en “servicios especiales”, donde hoy funciona el Banco Columbia.

 

Ambos estuvieron en el Banco Edificadora hasta el último día y participaron de las reuniones llevadas a cabo en Buenos Aires hasta su liquidación.

 

“Nuestro banco atendía las economías regionales. La mayoría de la gente de la zona tenía cuentas en el Banco de Olavarría y Edificadora y las grandes empresas también. Era una época en la que los bancos extranjeros no podían hacer pie porque el olavarriense apostaba por los dos bancos locales” resaltó Gustavo.

 

“Tatino” mencionó lo que calificó “un adelanto para la época”, cuando el Banco tuvo la visión de lanzar BEO Plan y BEO Card, servicios destinados al consumo y apuntó que el día de su lanzamiento participaron de la fiesta más de 20 mil personas en las riberas del arroyo Tapalqué.

 

“Si será prehistórico, que nosotros ensobrábamos los sueldos e íbamos a pagar a las grandes empresas cementeras. Y eran miles de empleados”, subrayó “Tatino”.

 

“Los días de pagos de servicios las colas de 40 ó 50 metros llegaban hasta la puerta del Banco y más allá. Ocho, diez, doce cajas. Era una cosa impresionante la gente que pasaba”, describió “Tatino”.

 

Los dos bancos locales y sus empleados atravesaron desde comienzos de los ‘80 el Peso Argentino, Plan Austral, el “desagio” (una de las más descaradas metidas de mano en el bolsillo en la historia nacional), la Convertibilidad, las cuasi monedas y todos los saltos al vacío de la economía argentina.

 

“En la hiperinflación los plazos fijos se hacían por 7 días. Eran las épocas del ProDe y me acuerdo que alguien sacó en soledad un monto muy grande. El lunes siguiente un empresario muy fuerte de Olavarría hizo un plazo fijo a una semana y le dio de intereses lo mismo que había sacado este tipo. Se sacaba un ProDe por semana con la hiperinflación”, bromeó “Tatino”.

 

Tiempo de “timba” a full. “Entre los que se hacían y se renovaban eran unos 5 mil plazos fijos por día. El que tenía 100 mil pesos hacía 5 de 20 mil para ir renovándolos todos los días de la semana porque la tasa subía cada 24 horas” sumó Gustavo Oliván.

 

Uno y otro vieron venir el desenlace. “Cuando las empresas grandes empezaron a despedir gente y esa gente tomaba las indemnizaciones, se ponía un kiosco, un almacén y -como nunca en su vida habían manejado algo así- se terminaban fundiendo” observó Gustavo.

 

“En esos años Canal 5 era Teledifusora Olavarría y toda la recaudación la hacíamos los dos bancos locales; el dinero se quedaba en la Ciudad y giraba en el circuito económico local. Cuando se vendió a un grupo inversor de Estados Unidos su primera decisión, de un día a otro, fue transferir toda la recaudación de inmediato a Buenos Aires” recordó.

 

“Era una aspiradora de plata para Olavarría. Y así fue sucediendo con muchas empresas” añadió.

 

Las desvinculaciones fueron crueles, como son en estos casos sin excepciones. “Cuando Edificadora cerró se produjeron los despidos masivos. El Banco Columbia tomó algunos empleados. Edificadora había dejado el dinero para pagarle a todo el personal indemnización doble, pero Columbia pagó sólo una contra lo que exigía la ley” contó Gustavo.

 

“Era muy fácil demostrar que el negocio continuaba. Eso daba para que nos pagaran la doble indemnización y nos pagaron la simple, porque decían que era un negocio distinto. Cosas que pasan en la Argentina” sumó “Tatino”.

 

Con un poder firmado por sus compañeros, ambos participaron de las reuniones que se realizaron en el Ministerio de Trabajo en Buenos Aires durante el proceso de venta del Edificadora.


“El Banco Central aceptaba ofertas de otros bancos y la más fuerte era la del Nuevo Banco de Azul. Fue invitado el Banco Columbia, que era una financiera con muchos vínculos políticos, más de 400 empleados y se terminó quedando con el Edificadora con la misma propuesta y hasta con el membrete del Banco de Azul y abajo el sello de la financiera” coincidieron Gustavo y “Tatino”.


“Nunca me voy a olvidar la cara de felicidad extrema de Zanola (Juan José, encarcelado ex líder de la Asociación Bancaria) cuando los 400 empleados del Columbia pasaron de ser empleados de comercio a ser afiliados de La Bancaria. Estaba todo armado”, sospechó “Tatino” González.

 

Un siglo más tarde del nacimiento del Banco de la Edificadora y después de ser testigo de todos los vaivenes de la economía argentina, en octubre de 2013 el Banco Columbia vendió al productor agropecuario local Luis Schwindt el inmueble ubicado en la esquina de las calles Rivadavia y Dorrego, para la construcción de locales comerciales, oficinas y cocheras, contemplando la conservación de la fachada original.

 

Donde actuaba la mitad de la poderosa economía de Olavarría, hoy apenas emerge algo parecido a un mini shopping.

 

 

 

 

 


 

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