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Información General Alejandra Fogel, la pionera en Steel Framing

18-11-2024

Alejandra Fogel, la pionera en Steel Framing

Formada en la FIO, forjó una trayectoria marcada por la innovación en la ingeniería estructural. Hoy sigue apostando por la igualdad de género a nivel institucional.

 

“Nunca paré de trabajar”, dice la Ing. Alejandra Fogel, mientras pone en pausa la PC y silencia el celular. Sus palabras tienen como punto de partida una carrera en la Facultad de Ingeniería que cursó mientras permanecía 9 horas diarias como administrativa en una cerámica y que terminó cuando Josefina, la mayor de sus hijas, tenía 3 años.



Siempre le gustaron las matemáticas, las ciencias exactas. Era feliz haciendo operaciones aritméticas y sus compañeros/as de secundaria lo agradecían en cada escrito. Al egresar, optó por Ingeniería de Construcciones que “me gustó más que arquitectura, la carrera que había elegido pero que mi familia no podía costear”, cuenta a la distancia.



Jamás imaginó que al egresar de la FIO “edificaría” su trayectoria profesional enfocada en la ingeniería estructural. Y que su especialización en steel framing más su capacidad para superar desafíos personales y profesionales la convertirían en una referente a nivel nacional.

 

 “Nunca paré de trabajar”


El debut universitario no fue sencillo y Alejandra tuvo que aprender a gestionar su tiempo y responsabilidades de manera eficiente. "No fui la estudiante que me hubiera gustado ser y no sé cómo hice porque había muchos horarios a los que no podía ir. A algunos profesores los conocí el día del final. Rendía prácticamente libre", recuerda con asombro.

 

Por entonces, no había Internet y dependía de apuntes ajenos y de sus idas a la biblioteca. "Costó horrores. Los fines de semana estaba internada en mi casa pero siempre tenía claro el objetivo. No importaba que me llevara más tiempo", admite. Durante este período, conoció a su pareja y el padre de sus hijas, también estudiante de Ingeniería.



Dejó de trabajar en su último año para cursar materias más específicas y a los 24 años, se convirtió en madre y rindió su último examen final cuando Josefina ya iba al jardín. "Después de parir, esa ha sido la sensación más linda: alivio y satisfacción inexplicables". En el 2000, surgió una oportunidad laboral para la pareja en Buenos Aires. Inicialmente Alejandra se empleó en una fábrica de perfiles mientras criaba a sus dos hijas pequeñas.



Esa sería la antesala de su posterior especialización en steel framing, un sistema constructivo moderno, novedoso y disruptivo. Alejandra apostó y en poco tiempo se convirtió en una de las primeras profesionales en realizar ingeniería de detalles en este campo, lo que le trajo mucho trabajo.



En 2003, se mudaron a Río Gallegos, donde abrió una consultora independiente dedicada al cálculo de estructuras de hormigón, acero y steel framing. "No había muchos profesionales en Santa Cruz y menos que se dedicaran a estas cosas. Pero había mucha obra pública y desde entonces, nunca paré de trabajar", asegura.
 

“Ya me vas a empezar a mirar”

 

Aunque vivió en el sur hasta 2022, lleva 10 años re-vinculada a Buenos Aires, sobre todo luego de que sus hijas emigraran a estudiar en universidades porteñas. En 2014-2015, calculó la estructura del Museo de Arquitectura en Callao y Libertador, lo que implicó matricularse en el Consejo Profesional de Ingeniería Civil (Cpic).

 

Su nexo con la institución creció hasta ser parte de la gestión, primero como consejera, más tarde como prosecretaria y finalmente siendo vicepresidenta, cargo que dejó en septiembre de este año.



La Ing. Fogel destaca, entre otras actividades, la importancia de la Comisión de Mujeres en Ingeniería, que ella propuso para fomentar la inclusión en la ingeniería. "Es un grupo humano fantástico. Siempre me dieron voz y me sentí muy respetada", afirma, aclarando que la discriminación nunca fue un obstáculo en su ejercicio profesional. "Veníamos con otros mandatos, no se cuestionaba la multifunción. Siempre hicimos más cosas de las que corresponden", reflexiona.

 



Hoy se pregunta si nunca fue relegada por ser mujer o si optó por no darle trascendencia y demostrar que nada ni nadie se interpondría en su camino. “Me pasó muchas veces que no te miren a los ojos y que miren al de al lado. Detalles muy sutiles frente a los cuales yo decía ´lo que vos necesitas te lo voy a hacer y ya me vas a empezar a mirar´. Y así fue”, sostiene, soltando la risa.

 

 

La huella FIO

Nació en Coronel Suárez y su familia emigró a Olavarría por trabajo cuando ella tenía 7 años. “Nos vinimos a vivir a Cerro Negro, al lado de la fábrica, en la zona de La Providencia, a fines del ´76”. Estudió primero en la Escuela 28 y luego fue pupila en el Colegio Santa Teresa, en Colonia Hinojo. “Lloré como nunca ese año, extrañaba muchísimo”, confiesa. En el ´79 se instalaron en la ciudad y eso implicó poder terminar el secundario en el ex Colegio Nacional.

 

Luego apareció la Facultad de Ingeniería en su hoja de ruta y su vida logró un giro de 180 grados. “La FIO ha sido muy importante, me formó y me marcó. Sigo siempre en contacto”, comenta con cariño hacia esta institución que además de su calidad académica posibilita “estar mano a mano con los docentes, por ejemplo”. Hoy mantiene intacto ese sentido de pertenencia y lo retroalimenta toda vez que puede: “La decana María Peralta siempre me convoca para el 23 de junio, Día de la Mujer en la Ingeniería o el 8 de marzo, para charlas o publicaciones”, destaca.

 

Es primera generación universitaria en su familia y está convencida de que “apostar a la educación pública es básico. Hay gente que realmente no tiene acceso a estudiar si no fuese gratuito. Yo defiendo la universidad pública a muerte”, enfatiza.



“¿Si pensé en irme del país? Sí, pero nunca terminamos de llevarlo a cabo porque nos pesaba mucho la familia. Ahora tengo una hija viviendo afuera, es contadora y por una cuestión laboral está en Países Bajos desde hace un año y medio. La más chica, Lucía, es licenciada en Comunicación Periodística y dice que no se quiere ir de Argentina”, apunta Alejandra mientras avala, con orgullo, que ambas tengan la posibilidad de elegir.
 

Sin brechas ni límites


A los 55 años y luego de su separación, oscila entre Buenos Aires y Olavarría. Gracias a la virtualidad, tiene clientes en todo el país con proyectos que están anclados en Santa Cruz, Chubut, Río Negro y Neuquén pero también en Uruguay.

 

“Este sistema constructivo aún hoy, 20 años después, sigue siendo una tecnología nueva, muy eficiente desde lo energético. Y yo prácticamente trabajo desde casa. Si tenés que reunirte, haces un Zoom; si necesitas un detalle de la obra, te pasan un video o haces un vivo. Es fantástico”, plantea, dispuesta a exprimir al máximo las oportunidades que se abren con las nuevas tecnologías.


Mientras tanto, batalla por aumentar el “cupo femenino”, consciente de que hacen falta más mujeres en carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemática. Su objetivo es seguir trabajando para generar más paridad y achicar esa brecha.



Una realidad que trasciende las fronteras y preocupa a nivel mundial. De hecho, el Cpic trabaja en red con la Asociación de Consejos de Ingeniería de Lengua oficial Portuguesa y Castellana, la Wwcce (World Council of Civil Egineering), la Fmoi (Federación Mundial de Organizaciones de Ingeniería), entre otras. Eso le abrió las puertas para debatir e intercambiar experiencias a escala internacional y comprobar que “las problemáticas son similares, pasa en todos lados y todas coincidimos en que hay que mostrar, visibilizar que las carreras Stem van más allá de la cuestión de género”.

 

“Hay que darle visibilidad para que las jóvenes que tienen dudas puedan ver que es posible”, dice la graduada de la FIO, enfocándose en las nuevas generaciones, tratando de que su experiencia, como tantas otras, sea referencia y sirva como inspiración a la hora de derribar mandatos y tender puentes.


 

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