15-12-2024
Ana Luiza Magro es una estudiante brasileña que en estos días terminó de cursar en Olavarría el último año de ingeniería industrial en la Unicen en el marco de un convenio bilateral.
Ana Luiza Magro es paulista, tiene 24 años y en febrero arribó a Olavarría sin hablar una palabra de castellano para continuar con su formación como ingeniera, en el marco de un convenio de intercambio entre la Unicen y Instituto Mauá de Tecnología que tiene su sede en São Caetano, un municipio ubicado en el sudeste del Gran San Pablo.
Casi diez meses después, este 16 regresará a su casa de Santo André hablando un “argentino” perfecto, “matera” empedernida, luego de transitar una experiencia enriquecedora en una sociedad parecida -pero no tanto- y en un sistema universitario parecido -pero no tanto- a lo de Brasil.
“Yo estudio ingeniería industrial, que en mi país se llama ingeniería de producción. Es un poco diferente al de acá, pero el mismo curso. Hice allá cuatro años, estoy haciendo mi último año de facultad acá por un convenio de intercambio entre las dos universidades” contó.
Hija de dentistas, con una hermana dentista. Quizás sea parte de la explicación de esa sonrisa perfecta que no escondió a lo largo de toda la entrevista. Además, tiene un hermano especialista en programación.
“Apenas surgió la posibilidad de viajar a Olavarría me inscribí” mencionó.
Las primeras semanas, aunque hoy parezca inverosímil al escuchar la perfección de su castellano, fueron complejas. “Entendía bastante, pero me comunicaba más por señales.Con el paso del tiempo, escuchando mucho, mirando películas, prestando atención a los subtitulados fui mejorando mi español” confesó.
Hoy se toma a risa el pasado no tan remoto: “Al principio intentaba hablar y no sabía nada a pesar de que había tomado un curso antes de viajar, pero es algo totalmente diferente a hablar todos los días”.
Su compromiso, el de profesores y el de sus nuevos compañeros aceleraron la integración: “Los alumnos me ayudaron, aunque llegar un mes antes del comienzo de las clases fue bueno para entender un poco mejor el idioma y en la época de los parciales y todo eso ya estaba mejor”.
Son los últimos días Ana Luiza en el complejo de la avenida Del Valle. “Terminé la cursada, el martes me voy y tengo que seguir allá. Hice mi último año en dos, una parte acá y ahora lo voy a terminar allá” explicó.
Suficiente entonces para hablar de lo que fue su paso por la universidad argentina. “Son experiencias distintas, el método de evaluación es diferente. No conocía el tema de los parciales y los finales y acá noté que los trabajos son más prácticos en comparación con los de Brasil” marcó.
“En Olavarría se necesita salir, conocer el mercado, hacer los trabajos en base a las necesidades de las empresas. Todo es más práctico. Allá todavía no existe un trabajo de este tipo y acá son trabajos imprescindibles para aprobar la cursada, como tener datos reales de las empresas y todo eso. Tuve la oportunidad de participar de un censo industrial. Creo que en esa parte lo mejor es lo de acá; me gustó mucho” valoró.
“Pero ingeniería es difícil en todos lados” bromeó y añadió que “mi facultad en Brasil es privada, nos da la posibilidad de contar con algunas herramientas tecnológicas diferentes, pero acá también es muy bueno todo lo que tenemos a disposición y el nivel académico es muy bueno en ambas”.
Dentro de lo posible, Ana Luiza comparó los dos sistemas. “La forma de ingresar acá es mejor que allá” opinó.
“En Brasil tenemos que hacer un examen general de todas las materias que vemos en el secundario y pasa a ser muy difícil porque no todas las escuelas son buenas, entonces se restringe mucho la posibilidad de ingresar a las universidades” planteó.
“Nosotros en el ingreso tenemos que rendir historia, geografía, matemática… Allá en medicina es muy difícil de pasar, por eso hay tanta gente de Brasil estudiando en la UBA. Acá el ingreso es más justo, más específico con la carrera que uno elige y se rinde lo que se necesita para la cursada como una forma de nivelar a todos los alumnos” marcó.
“Después en las cuestiones de la carrera y de los métodos de aprendizaje acá está muy bien, los estudiantes tienen todas las herramientas y la cursada es más rápida. En Brasil es anual, acá en cuatrimestral, lo que no significa que en un lugar sea mejor y en el otro peor” consideró.
Los finales fueron el escollo desconocido que se encontró con respecto a los modos de evaluación: “A mí me parece un poco más difícil con los finales. Mi facultad es anual, tiene cuatro exámenes por año. Si se alcanza la media necesaria ya está aprobado y si no hay un recuperatorio”.
“Acá con ese tema de finales yo estaba perdida al principio y más cuando me tocó rendir oral; en Brasil no existen los exámenes orales, además me tenía que acomodar con el idioma. Unos nervios” exclamó, siempre con esa sonrisa que pocas veces borró de su rostro durante la charla.
“Acá fueron muy receptivos; las autoridades de la facultad, los profesores, los compañeros y eso hace más fácil todo. Allá, por ejemplo, no tenía tanto contacto con la directora” esgrimió Ana Luiza.
Red de por medio
Su hogar en Olavarría estará hasta este martes en inmediaciones de la Facultad de Ciencias de la Salud y la cercanía con Mariano Moreno le permitió disfrutar de su otra pasión: el vóleibol.
“Siempre jugué al vóley. En Brasil no estaba Federada, acá participé en dos torneos. ¿De qué juego? De punta” reveló Ana Luiza sobre el costado deportista de su perfil.
“Me fue re bien, me gustó un montón” destacó con esa expresión tan argentina, aunque las compañeras y compañeros de Sociales y de Ingeniería apuntaron que además se ha aprendido a la perfección todos los insultos “argentos”.
Fue una de sus actividades extra curriculares en una ciudad diminuta que la acogió este año, comparando con la megalópolis de casi 22 millones de habitantes que es San Pablo, contando su área metropolitana.
Viajó, conoció Mar del Plata, CABA, “Brasiloche”; recorrió todas las localidades del Partido.
“La gente acá en Olavarría cuando iba a comprar o iba a la lavandería y notaban que yo no era de acá por las dificultades con el idioma enseguida me pasaban su número por si necesitaba algo” destacó.
“Me trataron tan bien que ahora no quiero irme” reconoció y soltó la carcajada.
“Pensar -agregó- que en las primeras semanas extrañaba, lloraba, me quería volver. Fueron días muy difíciles, pero me sirvieron para madurar en todo sentido. Si fui fuerte y no me volví es porque necesitaba pasar por todo eso y ahora estoy re feliz, re contenta con todo lo que pasé acá y triste por volver”.
“Lo académico es simple, hay que estudiar, aprobar las materias y todo eso, pero la personal es diferente, es una cosa para lo que uno no siempre está preparado al 100%, como manejarse sola, ser más abierto, relacionarse con las personas” reflexionó.
Y acomodarse además a las comidas. Pasar del bauru, el virado á paulista, acarajé, el picadinho, el cuscuz paulista, la feijoada, el troperio, al mate, el asado, el dulce de leche.
“Extraño la comida de allá, pero me gusta mucho la de acá. Las comidas acá son más simples, pero igual de ricas” comparó.
La primera batalla ganada fue con el dulce de leche: “En Brasil no me gustaba. Acá me encantó, me lo quiero llevar todo ahora cuando vuelva”.
Y perdida con las frutas, porque en su país la variedad en las góndolas de las fruterías es una maravilla.
Allá el mate es cosa sureña, de Río Grande do Sul o a lo sumo Santa Catarina. Ahora lo será en una casa paulista: “Me encantó y ya tengo mi equipo y todo. Pero amargo y me gusta compartirlo, no tomarlo sola”.
¿Alguna duda de que hace 10 meses llegó una brasileña para estudiar en la Unicen y dentro de 48 horas se irá una olavarriense más?