“Estábamos expuestos a esta enfermedad de lleno”

Enfermero, Gustavo Ponce estuvo en la primera línea de batalla contra el coronavirus y vio morir en sus brazos a su padre y a compañeros de trabajo.

Gustavo Ponce inició su carrera como trabajador de la salud como camillero en aquella pandemia de gripe H1-N1 que asustó a la humanidad entre los años 2009 y 2010.

Hizo camino en el Hospital, estudió y pasó a ser enfermero en la Guardia de Adultos sin imaginar que una década después lo iba a sorprender una crisis sanitaria como no había visto la humanidad desde 1920.

“Miedo y hermetismo” fueron sus palabras para recordar aquellos primeros momentos, cuando un virus originado en China, que se había llevado la vida de mucha gente en España e Italia, llegó a la Argentina y el gobierno de Alberto Fernández tuvo que declarar el estado de emergencia nacional.

“Teníamos mucho cuidado por lo que nos podía pasar a nosotros y a nuestros familiares y muchas preguntas sobre cómo actuar ante lo desconocido, qué falencias teníamos como sistema y qué podíamos mejorar para enfrentar la pandemia” contó.

“Estábamos expuestos a esta enfermedad de lleno; éramos los que poníamos el pecho a la situación. Recuerdo que en los primeros días conocíamos nuevas técnicas, nuevas maneras de trabajar, que debíamos aprender en el momento y en otras circunstancias improvisar para cumplir con el objetivo, que era salir airosos nosotros y nuestros pacientes” mencionó.

“El Hospital por dentro eran caras de mucha angustia, mucho miedo, mucha preocupación. Pero también una gran unión de todos, detrás el mismo objetivo” destacó.

Gustavo y una compañera fueron los encargados de recibir al primer caso de COVID en Olavarría. “Cuando con el correr de las horas se comprobó que estaban con la enfermedad nos agarró un miedo madre por lo que nos podía llegar a pasar a nosotros” confesó.

Se cruzó con la muerte muchísimas veces, incluso con la de su padre: “Lo más duro que me pasó fue la muerte de mi papá, que no tenía ninguna morbilidad, estaba sano. También me afectó mucho una amiga que hizo un brote psicótico por todo lo que se estaba viviendo; compañeros de trabajos que se murieron en nuestros brazos”.

Eterna fue la angustia, como se hizo la pandemia: “Resultó muy largo, preocupados además en todo momento por saber si estábamos actuando bien o mal. Uno muchas veces se preguntaba ‘qué hubiese pasado si habríamos actuado de otra manera’, pero bueno… Teníamos que resolver en el momento”.

“Nosotros éramos la guardia de emergencia y muchas cosas las hacía terapia intensiva, hasta que en un momento tuvimos que aprender a replicar lo que hacían los chicos de terapia intensiva. Aprendimos muchas cosas. A veces hacíamos mucho y sentíamos impotencia por no haber podido hacer algo más para salvar la vida de una persona. Lo dábamos todo y a veces no alcanzaba” reflexionó.

Rarezas inexplicables. Habiendo estado muchos meses en contacto con este terrible virus, se contagió el primer día de la primavera sin mayores restricciones, un año y medio después del inicio del confinamiento. “Cuando estaban ‘libres’, festejando porque podían salir a celebrar, yo estaba encerrado en mi casa porque tenía COVID” recordó.

“Habíamos estado en un aislamiento estricto. Cuando se empezaron a aflojar los cuidados seguramente me contagié” acotó.

Gustavo siente que la pandemia no cambió, ni condicionó su vida: “En un momento empecé a ir al psicólogo, porque tenía miedo, qué sé yo y lo dejé. Sentí la necesidad en el momento que una compañera hizo un brote psicótico por lo que estábamos pasando y no quería atravesar por lo mismo”.

El día de su encierro, a pesar de los síntomas, Gustavo tuvo la primera sensación de alivio: “Me dije para mí ‘bueno, algo habremos hecho bien para que la gente pueda empezar a salir a la calle’. Estando yo con COVID, encerrado, que me dolía hasta el agua de la lluvia cuando me bañaba”.