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20-04-2025

La música como puente terapéutico

La especialista olavarriense Julia Milán explicó cómo se utiliza el poder de las melodías para acompañar procesos de salud física y emocional en niños y adultos.


La música es una compañía desde los primeros momentos de la vida con las canciones de cuna hasta las melodías que emocionan a los adultos. Pero ¿qué pasa cuando esa música se convierte en una herramienta terapéutica? En ese terreno trabaja la musicoterapia, una disciplina que combina arte, ciencia y salud para mejorar la calidad de vida de las personas.


Julia Milán, musicoterapeuta olavarriense, docente y especialista en musicoterapia neurológica, explicó en el programa “Contacto” emitido en Verte, en qué consiste esta práctica que, aunque parece novedosa, en realidad acompaña al ser humano desde sus orígenes.


La música, más allá del entretenimiento

“La musicoterapia es una disciplina paramédica que se estudia a nivel universitario”, aclaró Milán. En Argentina, puede cursarse en la Universidad de Buenos Aires (UBA) o en la Universidad del Salvador, entre otras instituciones. Según la orientación de cada universidad, la formación puede tener un enfoque más psicológico o médico, adaptándose a las distintas corrientes de pensamiento.


El campo de acción de la musicoterapia es amplísimo: no se limita a una edad o diagnóstico específico. “En mi caso, siempre me orienté a trabajar con niños, sobre todo en musicoterapia neurológica, pero se puede aplicar en pacientes con autismo, trastornos de déficit con hiperactividad, personas en estados de coma, con enfermedades neurodegenerativas, terminales, o en procesos de rehabilitación motora”.


La musicoterapia puede dividirse en dos grandes enfoques: receptivo y activo. En el primero, el paciente escucha la música como medio terapéutico; en el segundo, es protagonista en la producción sonora.


La especialista contó una experiencia que ilustra el poder transformador de la música: “Tuve un paciente que, tras un accidente de moto, quedó cuadripléjico y no podía comunicarse. Empezamos a trabajar con la música que él escuchaba, Queen, y el kinesiólogo notó que al sonar sus canciones favoritas, bajaba el tono muscular, lo que le permitía trabajar mejor con su cuerpo”.


“La música es polisémica: tiene muchas interpretaciones posibles, depende de cada persona”, explicó Milán. Por eso, en cada proceso terapéutico, lo primero es construir una historia sonora del paciente: desde las músicas que escuchaban sus familiares cuando era pequeño, hasta sus preferencias actuales. A partir de ese perfil, se diseña un tratamiento personalizado.


Más allá de la emoción, las frecuencias musicales también tienen efectos en el cuerpo: “Las células vibran según la frecuencia que estamos escuchando. Pero no se trata solo de la frecuencia, siempre es multicausal: influye el contexto cultural, la estructura psíquica de la persona, su biografía sonora” señaló.
 

La musicoterapia no reemplaza diagnósticos médicos ni psicológicos: “No diagnosticamos. Generalmente, trabajamos en equipos interdisciplinarios, con psicólogos, pediatras, terapistas ocupacionales y docentes, según cada caso”.


En algunos espacios, también se utiliza con un fin más recreativo: sesiones grupales de relajación y armonización sonora.


El lenguaje de lo no dicho

La música permite expresar lo que a veces no puede decirse con palabras. Por eso, la musicoterapia es una alternativa para quienes tienen dificultades en las terapias tradicionales, donde la conversación es la herramienta central.


“El sonido esquiva al yo consciente y va directo al inconsciente”, señaló Milán. Las emociones se movilizan, los recuerdos afloran y el cuerpo reacciona. Cada paciente vive un proceso único, íntimo y a la vez transformador.


 

 

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