27-04-2025
El domingo 27 de abril la naturaleza empezaba a descargar su furia sobre Olavarría como nunca antes, dejando luego de varios días más de 30 mil evacuados, muertos, desaparecidos, pérdidas económicas incalculables y 4 millones de hectáreas bajo el agua en la Provincia.
FOTO: Photo Miguelangel y Chino Merlos
En cada ocasión que el ruido del agua sobre los techos es más fuerte de lo habitual, en cada oportunidad que el Tapalqué deja de ser ese manso hilo de agua que atraviesa la Ciudad de norte a sur para convertirse en una especie de rápido cordillerano reaparece para los olavarrienses una especie de psicosis colectiva.
La última vez fue en marzo pasado cuando entre la seguidilla de lluvias copiosas, tormentas fuertes, pronósticos amenazantes y las noticias que llegaban desde Bahía Blanca afloraron imágenes que nadie deseaba recordar: quienes han atravesado el umbral de los 50 años y quienes aún no, pero han escuchado los relatos de sus mayores.
La mañana del 27 de abril, exactamente 45 años atrás, comenzaba para Olavarría y buena parte de la provincia de Buenos Aires la más grande tragedia natural que se recuerde. Pasó a la historia como “la inundación de ‘80” y arrojó un saldo trágico de más de 30 mil evacuados, muertos, desaparecidos y pérdidas económicas incalculables en la Ciudad.
La inundación del ‘80 será imborrable en la memoria de quienes lo vivieron, y dejó para siempre su marca en la historia. No había alertas próximas que hablaran de la bravura del Tapalqué en aquel tiempo, pero los archivos expresaban que solía salirse de cauce para incursionar por las calles de la Ciudad.
Recurriendo a los archivos, el diario El Popular, en una edición de marzo de 1900, daba cuenta de que “la fuerte lluvia que empezó a caer el sábado a las 10 de la noche y sin interrupción continuó hasta las 8 de la mañana del domingo ha producido una gran inundación. Las obras de desagües y nivelación que se empezaron a construir hace 4 años y que aún no están terminadas han sido insuficientes para librarnos de la enorme masa de agua, que como una avalancha y con una rapidez espantosa convirtió las dos terceras partes de la superficie del pueblo en un mar”.
Tres años más tarde el desaparecido matutino local publicaba que “las fuertes lluvias que se han venido desencadenando han originado la inundación de los barrios bajos del pueblo en la parte sur y este”.
El antecedente más importante fue el del 5 de julio de 1919. “El desborde del Tapalqué produjo estragos. Jamás los habitantes han conocido un peligro tan grande como en esta fecha” decía El Popular.
Las lluvias se sucedieron a lo largo de días, descargando 320 milímetros durante los dos meses previos. En los lugares más altos del caco urbano el agua llegó a 0,50 m de altura, y a 2,5 m aproximadamente en los más bajos. Aquel desastre provocó 4 muertos.
En mayo de 1941 hubo otra inundación, que los memoriosos se atrevieron a comparar con la de 1919. En la inundación de 1955 nuevamente el pueblo trazó un paralelo con la de fines de la segunda década del siglo pasado y el agua alcanzó en las proximidades del ferrocarril hasta 1 metro de altura.
La última gran inundación que sufrió la Ciudad fue la de noviembre de 1985. Ninguna de ellas comparable con la tragedia de fines de abril de 1980, que se extendió a los primeros días del mes de mayo.
El día del partido
El fin de semana de aquel domingo 27 de abril futboleros y no futboleros de Olavarría estaban muy pendientes del gran partido que desde las 15 debían jugar el histórico equipo de Estudiantes y Olimpo de Bahía Blanca para definir al campeón provincial y representante de la región en las instancias finales camino al Nacional.
Cerca del mediodía, a pesar de que el túnel y los vestuarios del Parque Carlos Guerrero ya estaban inundados, el árbitro Juan Carlos Crespi ingresó al campo, recorrió el terreno de juego e informó a los medios presentes que el partido se jugaba.
En las boleterías no pocos se agolpaban sacando las entradas para el que se consideraba como el partido más importante que iba a vivir la Ciudad desde aquella triste tarde del 15 de noviembre de 1970, cuando se enfrentaron las selecciones de Olavarría y Mar del Plata por el campeonato Argentino, con un desenlace por de más conocido.
Un par de horas más tarde, las alcantarillas habían desaparecido y el agua en lugar de ir hacia el arroyo ya brotaba como géiseres en varios sectores de la avenida Del Valle y avanzaba velozmente en gran parte de la Ciudad en dirección a las vías del Ferrocarril y la avenida Alberdi.
Jugarlo ya era un delirio, pero aún nadie imaginaba la magnitud de lo que estaba por venir. El agua seguía invadiendo las calles. La lluvia de todo domingo fue muy fuerte, la del lunes devastadora.
En algunos sectores del centro y del barrio Pueblo Nuevo el agua alcanzó los 3,50 metros. Derrumbó viviendas a su paso, arrastró automóviles, arruinó gran cantidad de comercios y oficinas; se produjeron enormes hundimientos del pavimento en las principales avenidas, veredas levantadas.
Pero lo más dramático fue la asistencia a miles de personas que intentaban abandonar sus casas por lugares más seguros. Los Bomberos Voluntarios, como siempre, fueron los que encabezaron las tareas de rescate y de salvataje.
“Fueron más que nunca los servidores voluntarios dispuestos a defender al vecino común sin pedir nada a cambio, capaces de enfrentar cualquier emergencia. Si ya eran respetados por la mayor parte de la comunidad, en ese momento fueron elevados, con justicia, a la categoría de héroes", destacaba El Popular en el recuerdo por los 30 años de las inundaciones.
Pero también fue necesario recurrir a los gigantescos volquetes de las empresas mineras que se encargan de transportar las piedras desde las canteras a las fábricas para contribuir con el rescate en lugares inaccesibles para las autobombas por la velocidad o por la altura que había alcanzado el agua.
Escenas dantescas, dramáticas; muchas familias rescatadas, impotencia por algunos vecinos y vecinas que no pudieron ser salvadas de la furia del agua.
Omar Scavuzzo era el jefe del Cuerpo Activo de los Bomberos Voluntarios. Tiempo después recordaba una de las historias más tristes, la de la mujer de Sierra Chica que trataba de salvar objetos que se llevaba la correntada y cayó al agua al intentar tomar una garrafa.
Desapareció arrastrada por la fuerza de la corriente ante la desesperación de quienes estaban con ella. Su cadáver apareció 101 días después, apenas a cincuenta metros del lugar donde había caído al agua.
Los restos de los puentes colgantes del arroyo Tapalqué terminaron aguas abajo; los de cemento sufrieron importantes deterioros; se produjeron graves daños en las rutas que atraviesan el partido de Olavarría y por supuesto, los servicios permanecieron cortados durante varios días.
Mientras todo eso sucedía, Cacho Miglierina, “Chilo” Recavarren, Carmen Giménez, el “Tano” Zangara y otros empleados de la radio se extremaban por sostener el aire de LU 32 para mantener informada a la población o para trasladar mensajes entre familias incomunicadas.
Algunos datos hablan por sí solos de lo que debió soportar Olavarría y que ninguna obra hidráulica hoy sería capaz de impedir: el pluviómetro ubicado en la estación del Ferro Carril General Roca de Olavarría marcó que en esas semanas llovieron 545,5 milímetros en la Ciudad.
Durante la inundación unas 30 mil personas debieron ser evacuadas, la mayoría hacia la zona serrana. El saldo fue trágico en el aspecto humano: 8 personas fallecieron ahogadas; tres desaparecieron y hubo 16 muertes por ataques cardíacos.
Las bibliografías consultadas en la provincia de Buenos Aires dan testimonio de 30 muertos, 50 mil personas evacuadas y 4 millones de hectáreas anegadas.
Las imágenes de Bahía Blanca en marzo pasado hicieron acordar mucho a aquella Olavarría cuando el agua se fue de las calles: el aspecto de gran parte de la Ciudad era desolador, el olor insoportable y un lodo inmundo cubría una gran parte del casco urbano, sobre todo desde las vías hacia el barrio Pueblo Nuevo y las marcas en las paredes mostraban hasta dónde se había animado el Tapalqué en su furia.
Con el paso de los días la gente empezó a volver a sus hogares para limpiar y sacar a las veredas o las calles todo lo que había destruido el agua a su paso. No pocos habían perdido absolutamente todo.
Los dos diarios de aquel tiempo trataron de reflejar la tragedia con fotos desgarradoras en sus ediciones especiales.
El martes 6 de mayo, en su primera salida post inundación, el ya desaparecido vespertino "Tribuna" escribía en tapa que “el profundo sentimiento de superación que llevó a Olavarría a su situación de privilegio se reeditará en el espíritu de todos y cada uno de los miembros de esta sociedad. No hay dudas, ya es una realidad patente: Olavarría está renaciendo”.
Y así fue…